El otoño representa una etapa crucial para establecer las bases de la productividad agrícola del siguiente ciclo. Los manejos realizados en esta temporada inciden directamente en la formación de raíces, estructuras vegetativas y reservas que condicionan el comportamiento del cultivo en primavera.
Durante la temporada estival, la actividad agrícola intensiva genera compactación del suelo, pérdida de porosidad, desequilibrios químicos y acumulación de sales. Estos factores afectan negativamente la aireación, la infiltración y la actividad microbiana del suelo. Realizar un diagnóstico físico-químico permite identificar limitantes y aplicar correcciones antes del receso invernal, favoreciendo la eficiencia de las aplicaciones otoñales.
El tipo de suelo y sus condiciones específicas definen el manejo adecuado:
En otoño, las condiciones climáticas y fisiológicas limitan el crecimiento radicular. El uso de bioestimulantes a base de extractos naturales y aminoácidos favorece la emisión de pelos absorbentes y fortalece las raíces. A nivel foliar, elementos como boro, molibdeno y zinc cumplen funciones clave en la síntesis de reservas y diferenciación de yemas.
Las condiciones de estrés como heladas tempranas o déficit hídrico también pueden impactar negativamente. Aplicaciones dirigidas con compuestos antiestrés fisiológicos permiten preparar los tejidos vegetales para enfrentar mejor estos eventos, preservando su funcionalidad. También es importante realizar prácticas culturales que promuevan una oportuna lignificación de tejidos.
Agrointegral, como parte de su trabajo técnico en campo, apoya a agricultores con servicios de diagnóstico, monitoreo y diseño de estrategias integradas para optimizar la nutrición y sanidad del suelo en otoño. Su enfoque se basa en datos, investigación y acompañamiento personalizado, contribuyendo a una agricultura más eficiente, resiliente y sustentable.